lunes, 4 de febrero de 2008

LA FIABILIDAD DE LOS AUDIMETROS QUEDA EN ENTREDICHO POR ENESIMA VEZ.

 Foto:  JOAN CASTRO

Durante dos años ha tenido un audímetro con el que los siete miembros de su familia han podido valorar y puntuar los distintos programas de televisión

--¿Usted tuvo un audímetro?
--Sí, hace un tiempo tuve uno que servía para toda la familia.

--¡¡¡Por fin!!! ¡Es la primera vez que conozco a alguien que ha tenido un audímetro! ¿Y cómo fue?
--Pues un día me llamaron y me lo propusieron. Anteriormente ya había participado en las encuestas que se hacen para tasar los precios de las cosas. Para saber las tendencias en el consumo, el tipo de gasto de cada familia...

--¿Al cabo de un tiempo la volvieron a llamar y le propusieron participar en la medición de las audiencias?
--Sí, pero eran empresas diferentes, que no tenían nada que ver.

--¿Y qué le dijeron?
--Me contaron que si aceptaba la propuesta vendrían unos técnicos a casa y me colocarían unos aparatos al lado del televisor.

-- ¿Como si fuera un DVD?
--Pues lo mismo. Había un aparato debajo del televisor, tipo DVD, y otro al lado que servía --supongo-- para controlar lo que nosotros hacíamos.

--¿Controlar? ¿Cómo?
--Cuando vinieron los técnicos nos dieron un mando a distancia que era el que servía para controlar todos estos movimientos.

--¿Cómo se hacía?
--Era muy sencillo. A través de aquel mando a distancia, cada miembro de la familia se tenía que identificar. En casa vivíamos mi marido, yo, mis cuatro hijas y la abuela. Cada uno de nosotros tenía un número. Mi marido, el uno; yo, el dos, y luego venían mis cuatro hijas, y la abuela.

--¿Y qué hacían con aquel número?
--Cada vez que alguien de la familia encendía el televisor se tenía que identificar. Si yo encendía, ponía el dos. A partir de ahí, a través del mando a distancia, también puntuaba el programa que veía.

--Y la abuela, ¿sabía manejar el mando a distancia?
--La abuela, de 76 años, también se identificaba. Pero, claro, a veces también se olvidaba.

--¿Y si venía alguien que no era de la familia?
--Había un número que servía justamente para eso, para los que venían de fuera y no eran miembros de la familia. Si se ponían a mirar la tele, también se tenían que identificar. Pero ese botón era el que utilizaba menos.

--¿Quién controlaba que eso se hiciera bien?
--Nadie. Y había días que te olvidabas de poner el número. Realmente, si se intentaban hacer las cosas bien era porque queríamos, porque en casa somos serios. Pero, si lo analiza bien, es muy fácil hacer trampa. No hay juego sin trampa.

--¿Qué les preguntaron?
--Cuántos éramos, a qué nos dedicábamos... Yo les conté que era ama de casa, que mi marido trabajaba. Incluso una de mis hijas, Rosa, ya trabajaba en TV-3.

--¿Y se lo dijo?
--Nunca me escondí y no recuerdo que me pusieran ninguna pega. No me hicieron demasiadas preguntas pero supongo que les interesaba el perfil de familia numerosa que nosotros representábamos.

--Si usted estaba mirando la televisión con otra persona, ¿quién y cómo se tenía que identificar?
--Siempre computaba el que había encendido la televisión. Cuando acababas de ver el programa, entonces tenías que puntuar.

--¿Puntuar?
--Sí, desde el mismo aparato tenías que puntuar el programa que habí- as visto.

--Usted, con su hija trabajando en TV-3, ¿tenía preferencia por poner esta cadena?
--Claro... Ya lo creo. A raíz de aquella experiencia, ahora, cuando abro el periódico, lo primero que hago es mirar las audiencias. Y cuando veo que algún programa no levanta cabeza, me hace sufrir... En casa siempre hemos puesto más TV-3.

--¿Se cobra?
--Se cobra una cantidad irrisoria. Nosotros cobrábamos unas 4.000 pesetas al mes. Y eso nos ayudaba a pagar los gastos de teléfono.

--¿Le pidieron que no lo contara?
--No recuerdo que me dijeran nada. Es más, alguna vez, escuchando la radio, he oído que pedían gente que tuviera audímetros en casa... Y he tenido tentaciones de llamar... Pero no soy de llamar a la radio.

--¿Cómo ha vivido la desaparición de Aquí hay tomate?
--Se lo han buscado, porque eran muy impertinentes, pero cuando se acaba un programa pienso en la gente que ha perdido un trabajo. Si les pasara a mis hijas...

--¿Por qué dejó de tener el audímetro?
--Pues por aburrimiento... Al cabo de dos años nos cansamos.

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