jueves, 13 de diciembre de 2007

PRISA SE ACERCA AL PP ANTE LOS CUERNOS DE ZP CON EL ENDEUDADO JAUME ROURES.

El 'teléfono rojo' de Cebrián y Rajoy
Leo, motivado por una especie de curiosidad antropológica,

que se publican en este mismo diario acerca de los líos de faldas, pantalones y otras muchas prendas que se traen entre manos los diferentes gestores de los medios de comunicación de nuestro insólito país. Ahora resulta, me agarro los machos para escribirlo porque si no se me caen al suelo, que Juan Luis Cebrián y Mariano Rajoy se comunican por lo bajini cuando la ‘guerra fría’ se pone caliente; cuando surge un enemigo común denominador; cuando Luis Fernández, director de RTVE, les toca los intereses que uno y otro tienen entre las piernas. Cebrián y Rajoy coprotagonizan estos días la versión cañí del Teléfono rojo de Stanley Kubrick. Qué gran película, qué gran director y, sin embargo, qué remake más malo el de estos dos gerifaltes patrios.

Siendo el asunto a analizar un filme, este artículo no podría tener otra forma que la de una crítica de cine. Así que hablaremos en primer término de los personajes que pueblan el relato, sin duda mal construidos, porque a estas alturas, con el metraje bien avanzado, no creo que nadie tenga claro del todo cuáles son las motivaciones de los mismos. Hasta hace tres días Prisa y el PP no se podían ni ver y ahora, sin embargo, caminan de la mano en esta y otras cuestiones de guerra. Bueno, démosles el beneficio de la duda, quizá se trate de una ‘película denuncia’, de un insólito ejercicio de autocrítica, de un trabajo con un hondísimo mensaje latente: cuando la ideología le echa un pulso al dinero o al poder tiene todas las de perder, porque siempre prevalece lo segundo, de lo que la actitud actual del Partido Popular y el conglomerado de Polanco son un buen ejemplo. Me gusta. Si a la cosa se le pone un poquito de ritmo suena al mejor Scorsese.

Pero va a ser que no. Va a ser que se trata de otro tipo de cine, menos comprometido, de serie B, cuyos actores parecen traídos del ‘landismo’ playero de los 70. Faltan las suecas, eso sí. O no, quién sabe. Pero con suecas o sin ellas, el guión que han escrito entre Prisa y PP para estructurar la performance que montaron ayer en el hemiciclo, donde intentaron acojonar a Fernández evidenciando su relación con el Gobierno y Mediapro, tiene problemas de coherencia interna. Que un partido político y un grupo de comunicación se alíen, 'al loro', para denunciar la politización del sector, es un absurdo de narices.

Pero si a los paladares más exquisitos esta película les puede resultar contradictoria, a las masas tampoco les gustará del todo, porque al final de la historia no van a ganar los buenos, ya que en esta cinta no los hay. Lo de Luis Fernández no tiene nombre: ha renovado los derechos del Motociclismo, le ha robado a Digital+ la Premier League y hay rumores de que se va a quedar también con la Eurocopa a pachas con la FORTA -agrupación de canales autonómicos-. Todo a precio módico, claro. Se pueden imaginar... No hay manera de rentabilizar las inversiones de la Corporación que financiamos todos, escudada en la ausencia de deuda gracias al favorcito que les ha hecho Zapatero pagando la cuenta que tenían acumulada en la cafetería desde los tiempos del abuelo Pachi.

El chollo de Fernández y de los 'amiguitos' del Gobierno

A medida que avanza la Legislatura, digo el metraje del film de marras, TVE va ganando audiencia al tiempo que va engordando como nunca su, digo nuestra, cuenta del DEBE. Con lo que La Primera se gasta en cine y en derechos deportivos se podría alimentar a medio Tercer Mundo per secula seculorum. Y sí, eso posibilita que de vez en cuando se emitan peliculones como The Queen en la televisión pública, pero echando cuentas y teniendo presente que el pasado martes siguieron dicha película poco más de dos millones de espectadores, más o menos salieron a siete euros por cabeza, es decir, lo que cuesta una entrada de cine. Sinceramente, no compensa. Ni eso ni otras muchas cosas, como la continuada externalización de la producción de contenidos con los que cubrir prácticamente toda la ‘parrilla’.

Y ahí es donde entran a formar parte de la trama Mediapro y el resto del accionariado de La Sexta, todos ellos amiguitos del Gobierno, que están haciendo el agosto, el septiembre y el octubre desde que entró el PSOE en La Moncloa, a cambio de elaborar unos informativos con una línea ideológica más nítida que el plasma de 42 pulgadas en el que el Presidente del Gobierno ve los noticiarios de televisión siempre que puede, para supervisar el percal. Resumiendo, que es gerundio: en estos tres años y medio de socialdemocracia, El Terrat ha producido para TVE Por fin has llegado; Globomedia, Fuera de Control y El rey de la comedia; y Mediapro gestiona los medios técnicos de 59’, España Directo y Por la mañana, además de haberse hecho hace poco con la distribución en exclusiva para América del Canal Internacional y del servicio 24 horas de la Corporación. Casi nada.

Mediapro, Globomedia y El Terrat que, reitero, forman parte del accionariado de La Sexta, parecen llevarse pero que muy bien con la cadena que dirige Javier Pons (para colmo, antes director general de El Terrat). Todo queda en casa. Vamos, que entre unas cosas y otras, gran parte de los gastos de TVE le sirven a La Sexta para sufragar la ‘guerra del fútbol’ que mantiene con Prisa. Dicho de otro modo, que a estas alturas, por si no teníamos suficiente con una, los españoles costeamos dos televisiones públicas dispuestas a facilitar las cosas al Gobierno.

Y he aquí, por fin, el nudo de la trama, el argumento que sirve para explicar esa unión insólita entre Prisa y el Partido Popular y la existencia de un ‘teléfono rojo’ que comunica a los unos con los otros. Los primeros luchan por recuperar la hegemonía política que perdieron hace ahora casi cuatro años; los segundos temen perder la suya en el espectro mediático muy pronto si las cosas siguen por este camino. ¿Se han dado cuenta? La politización es la peste del siglo XXI. Lo inunda todo. Y sobra decir que, una vez usurpados los mass media, se acabó la resistencia. Los cuatro poderes del estado interpretan un papel protagonista en la misma película de gangsters. Si Montesquieu levantara la cabeza se la rebanaban entre todos antes de haber dicho esta boca es mía.

Y mientras unos pocos se reparten el mundo, los demás hemos de conformarnos con contemplar este terrible bodrio cinematográfico afincados en la butaca de un cine que nos propone una sesión continua titulada La Transición interminable hacia la Democracia. Vamos por el capítulo 1372: un remake de 'El teléfono rojo'. Y, hasta ahora, lo único que nos ha quedado claro es que para nosotros siempre serán tiempos de ruido y furia, con Urdaci, con Milá y con quien esté por venir.

NACHO GAY/EL CONFIDENCIAL.COM

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