lunes, 26 de noviembre de 2007

UN NIÑO DE 11 AÑOS A PUNTO DE MORIR MIENTRAS EMULABA A LOS PROGRAMAS DE EXPERIMENTOS DE LA TELE(EL HORMIGUERO,¡CLEVER!,BRAINIAC).

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Luis Miguel, de once años, salió hace unos días con un grupo de amigos al patio de su casa, situada en el número 24 de la calle Muñoz Grandes de Pozuelo de Calatrava (Ciudad Real). Cogió una botella de cristal que encontró por allí, la llenó de disolvente y la calentó al fuego. Con el paso de los minutos el juguete que tenía en sus manos se convirtió en una bomba, y como tal explotó abrasando el 40% de su cuerpo ante la atónita mirada de sus colegas.

Está ingresado en el hospital de La Paz (publica La Voz de Galicia). Víctima de una imprudencia temeraria; la de unos chavales que intentaban imitar uno de los experimentos que habían visto días antes por televisión, en uno de esos programas de teleciencia que están tan de moda. Da igual en cuál de ellos, lo importante es que aquellos niños no supieron valorar la gravedad intrínseca a violar ciertas coletillas mundanas, como aquella que dice: “No intente repetir esto en su casa”. Una frase hecha con la que, por cierto, se promocionaban este pasado fin de semana, tras conocer la noticia, espacios como Clever, de Telecinco.

“La televisión no tiene suficientemente estipulados los horarios, por lo que el niño puede observar continuamente escenas violentas, con el peligro añadido de que puede imitar las que le impresionen”, afirma el profesor Serafín Aldea Muñoz. Son muchos los casos que ejemplifican su postura. Sin duda uno de los más espeluznantes tuvo lugar cuando varios niños en distintos lugares del mundo se ahorcaron intentando hacer una parodia de la ejecución mundialmente televisada de Sadam Husein. Hubo otro pequeño en Río de Janeiro que roció de alcohol a su hermano y le prendió fuego después de ver por televisión un tuco de magia. Y también un chaval estadounidense de tan sólo dos años de edad que quemó su casa con su hermana dentro después de ver el capítulo de una serie.

Aquellos niños transgredieron los nuevos códigos de comportamiento social impuestos por la ‘caja tonta’, que se basan en la contradicción antes mencionada: ‘nunca haga lo que aquí le mostramos’. Ellos lo hicieron. Muchos lo hacen. Un impulso de posmodernidad mal entendida ha reventado toda la historiografía existente sobre la posible influencia de los mass media en las sociedades contemporáneas. Si Lazarsfeld levantara la cabeza, lo primero que haría al ver el panorama mediático actual sería quemar todos sus trabajos sobre ‘La teoría de los efectos limitados de los medios de comunicación de masas’. La televisión tendría la culpa.

Se ha abierto la caja de Pandora

Los niños no son las únicas víctimas de un nuevo lenguaje televisivo más violento y radical; más acorde, en definitiva, con el nuevo milenio. Ayer domingo, se celebraba el día mundial contra la violencia de género. Todos los informativos de televisión dieron la noticia, probablemente desde el convencimiento de que las cosas no se están haciendo del todo bien. El pasado viernes, la vicepresidenta primera del Gobierno llamaba a filas a todas las cadenas privadas para afrontar el tema de la violencia doméstica y su creciente espectacularización en el medio. Todo a consecuencia del asesinato de una mujer de nacionalidad rusa a manos de su ex pareja después de haberle negado una segunda oportunidad en el Diario de Patricia, programa que emite de lunes a viernes Antena 3.

Con esta noticia se abrió la veda, se produjo una especie de ‘efecto dominó’. Apenas unas horas después de conocer el caso de Svetlana, se informaba en diferentes medios de un hecho muy similar: un hombre había apuñalado en repetidas ocasiones a su todavía mujer, con la que estaba en trámites de separación, después de que ella hubiese acudido al Diario de Patricia para conocer a su cibernovio. El juez aminoró la pena del marido, acusado de intento de asesinato, por el atenuante de “arrebato y obcecación” producido por las imágenes del talk show de Antena 3. En este caso, la ‘tele’ sirvió de excusa.

Se calcula que han tenido lugar en España cinco casos de mujeres asesinadas por sus parejas en los que la televisión ha tenido algo que ver. De todos modos, lo que está ocurriendo en los últimos días no resulta del todo extraño si se aplica un ápice de memoria televisiva, ya que el boom de los malos tratos en la pequeña pantalla tuvo lugar una vez que Ana Orantes, una mujer granadina maltratada por su marido, contara en un programa de Canal Sur las vejaciones que había sufrido a lo largo de su matrimonio. Pocos días después fue quemada viva por su cónyuge como represalia a su speech televisivo.

Muchos piensan que desde entonces la televisión se ha convertido en una especie de juzgado de guardia con las puertas abiertas las veinticuatro horas del día para que cualquiera que así lo desee cuente su experiencia en relación a la violencia de género, con el objetivo de denunciar la ineficacia de nuestro sistema judicial, de desahogarse, o simplemente de llenarse los bolsillos. Da igual que esas historias sean ciertas o no. Los programas se defienden diciendo que para ellos es difícil investigar el pasado de todos los personajes a los que se permite salir en antena. No hay tiempo material para hacerlo.

Sin embargo, los contenidos que emite la televisión se revelan cada día más influyentes, sobre todo en personalidades débiles, en pirados dispuestos a matar como expresión de dominio, o por supuesto en los niños, que suelen actuar por mímesis. “No estamos preparados para saber ver, escuchar y mirar la televisión”, afirma Juan Soto Rodríguez, miembro de ASETIL -asociación de educadores-. Y la suya parece una afirmación inequívoca. Cada vez son más los niños, y también los adultos, que aceptan como propios los modelos de comportamiento propuestos por la pequeña pantalla. Son las consecuencias de vivir en la sociedad de la información. Y mientras dicha sociedad discute sobre los efectos que puede tener la televisión de alto riesgo, desde el otro lado del aparato lo único que parecen tener claro es que el espectáculo debe continuar.

VANITATIS.COM

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