martes, 28 de septiembre de 2010

El descuido de Tania Llasera.


Bette Davis dijo una vez que para Jayne Mansfield el arte dramático era saber cómo rellenar un jersey. Y no hay duda de que la Mansfield con sus despampanantes medidas (102-53-90) era todo dramatismo pectoral. Aparte de la leyenda de que perdió la cabeza en el accidente que le costó la vida, hay otra que sostiene que durante el Festival de Berlín le estalló el vestido a la altura (y por la presión) de las lolas. Pero Jayne Mansfield era mucho más que eso. Una mente privilegiada. Dolly Parton siempre ha esperado que la gente se dé cuenta de que hay un cerebro debajo de su pelo y un corazón debajo de sus tetas. Pues debajo del rubio oxigenado de la madre de Mariska Hargitay había una inteligencia muy por encima de la media.

Incluso por encima de la de Bette Davis, lo que pasa es que su desbordante pecho (que se lo digan a Sophia Loren cuando la miraba de reojo) impedía ver el bosque. Pero no hace falta irse a las clásicas para demostrar el prestigio de los atributos femeninos. En el cine o en televisión. Con el estreno de «Adèle o el misterio de la momia», de Luc Besson, una cosa que no ha fallado a la hora de la reseña es llamar la atención sobre la escena de la bañera de Louise Bourgoin. Puede parecer que ahora hay cierta relajación pero no es cierto. Si no, no se explica, en televisión, el revuelillo montado con la teta asustada de la presentadora Tania Llasera hace unos días en «Resistiré, ¿Vale?».

Al final del programa, la chica, que llevaba un biquini debajo del vestido, empezó a bajárselo para meterse en una piscina con pintura que había en el plató. Se bajó el vestido pero también el biquini, se quedó en shock y ni se despidió. En una entrevista en «Vertele», la antigua reportera de «El Intermedio» cuenta que se lo ha tomado con sentido del humor, una vez que ha digerido que se le ha «escapado una teta en directo y que la imagen se va a difundir muy rápido por Internet… Es sólo una teta». Claro, podrían haber sido dos. Pero lo cierto en que en los descuidos no suele ir la pareja, es siempre una la que se asoma a ver mundo. Pasó con Janet Jackson en la Superbowl (vale, esto no fue descuido sino premeditación con disimulo).

Pasó con Sabrina Salerno en «Viva 88», el especial fin de año de 1987 en TVE. Al ritmo de «Boys, boys, boys» la italiana iba soltando lastre y recogiéndolo. El corpiño era muy flojo y la derecha se salía de vez en cuando. La cazadora de piel tampoco es que dejara ver mucho. Y ella, en un alarde de finura similar al de subirse un escote palabra de honor, se la volvía a meter. En todo caso, un descuido buscado. O de lo más previsible. Y lo mismo había pasado muchos años antes con Libertad Leblanc en el programa de José María Íñigo en el Florida Park cuando la actriz argentina suplicaba a Telefónica que le pusiera un teléfono en su casa mientras le iba asomando una lola.

Pero vaya, que no es como si se le hubiera visto a Pitita Ridruejo, que la Leblanc estaba considerada algo así como la rival de Isabel Sarli, otra «tetanic» argentina de la época. El otro día, Sara Carbonero, en el acto publicitario de un champú, se cayó al suelo. Se le vieron las bragas. Blancas. Esto también está rulando mucho por Internet. Vivimos en los chistes de Jaimito.

ABC.es

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