Los programas en diferido tienen un problema: que su desenlace puede llegar al gran público y no precisamente vía catódica. Igual que sucedió en la primera edición de Pekín Express, donde más de uno aseguraba conocer el resultado del concurso, Las joyas de la corona terminó hace unas semanas y los participantes, como era de esperar, ya han aireado por ahí el nombre del ganador.
Alguno se ha ido de la lengua y ha soplado que Azahara será esta noche la triunfadora en la final que emite Telecinco. Parece que incluso ella se ha autoproclamado ganadora en público. De nada sirven las cláusulas de confidencialidad ni la petición expresa de no revelar un sólo detalle del contenido del concurso: siempre hay alguien que cuenta fuera del equipo lo que ha sucedido dentro.
Cuando se elimina el factor sorpresa que supone entregar voz y voto al público, uno se puede permitir el lujo de grabar los programas cuando quiere y durante el tiempo que quiere, pero elimina la espontaneidad. Telecinco ha pagado cara esta osadía del diferido, ya que Las joyas de la corona han cosechado unos tibios resultados de audiencia. Habrá que ver si una final sin emoción como la de esta noche, en la que mucha gente conoce el nombre del ganador, logra o no conquistar a los espectadores.
Vanitatis.com
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