sábado, 23 de octubre de 2010

Ruina de Antena 3;les pagaron 60.000 euros mas gastos a los mineros para no llegar al 5%.


“Aunque mi amo me mate / a la mina no voy / yo no quiero morirme / en un socavón”. Del folklore colombiano.
En Antena 3 están muy enfadados porque les llaman “la cadena triste”. El término despectivo lo utiliza sobre todo Telecinco, “la cadena basura”. Entre ambas cadenas, tristes y basureras las dos, se cruzan amenazas de demanda por lo que consideran campañas de desprestigio. ¿Desprestigio? ¿Acaso se puede desprestigiar a quien carece de prestigio? Recuerden que tanto Telecinco como Antena 3 decidieron hace años cambiar su posible reputación por audiencia. Vean “¿Dónde estás corazón?” (Antena 3) o “Sálvame” (Telecinco) y sabrán de qué les estoy hablando. No se confundan: Antena 3 y Telecinco no compiten por el prestigio, sino por el dinero, lo que en televisión quiere decir luchar por alcanzar la cumbre de la pirámide excremental.


Anoche Antena 3, la cadena que no quiere que la califiquen como “triste”, emitió un programa especial llamado “Operación Chile: la voz de los mineros”. Conducido por el presentador “del corazón” Jaime Cantizano, el espacio contó con la presencia de cuatro de los supervivientes del derrumbe en la mina San José. Cuentan que la cadena les ha pagado unos 60.000 euros, más viajes y hoteles. En la mina cobraban alrededor de 750 euros al mes cada uno…
Los focos del plató de Antena 3 deslumbraron, no podía ser de otra manera, a unos hombres que han sobrevivido durante semanas en la oscuridad. Cuatro trabajadores, víctimas de las infames condiciones
laborales de un país y la codicia de unos empresarios, fueron exhibidos “en absoluta exclusiva” en una televisión. Ellos, sus mujeres y hasta sus niños recién nacidos. ¿Quieren pruebas del bajísimo nivel del programa? Para entrevistar a los mineros Antena 3 eligió, además de a Cantizano (corbata y pañuelo de seda púrpura), a Miguel Ángel Rodríguez, Nieves Herrero y el necrófago Albert Castillón, entre otras prendas. Sólo una cosa buena podía surgir de semejante esperpento: la publicidad. Por cada dos palabras de los supervivientes, un corte con decenas de anuncios. ¡Un gran negocio éste de la mineria!
Los pobres mineros, acostumbrados a trabajar de manera discreta y dura, ofrecían ante las cámaras la sensatez de la normalidad. Poca cosa para un electrodoméstico acostumbrado a ofrecer sensaciones fuertes. Lo de sus patronos no era nada: ahora es cuando han comenzado a chuparles la sangre. Sólo regresar cuanto antes a la mina puede salvarles de un pozo aún más negro y pestilente: la televisión.

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